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sábado, 11 de mayo de 2013

LAS VOCES DE LAS MUJERES DE SAN AGUSTIN

Se siente la soledad en las calles de San Agustín


Las voces de las mujeres de San Agustín: una historia de violencia que se escribe en versión femenina.

“Los Montes de María siguen silenciados por el miedo”; esta fue la primera impresión que me lleve al llegar a San Agustín, un corregimiento del municipio de San Juan Nepomuceno que dista de este a una hora y treinta minutos recorriendo un carreteable en medianas condiciones.
Este pequeño pueblo está ubicado a orillas del Río Magdalena y como casi todas las poblaciones de los Montes de María ha padecido toda la serie de cambios sociales, políticos y económicos que trajo el proceso del conflicto armado en la región.
La población civil de este pueblo fue víctima de desplazamiento forzado y desapariciones, también fue estigmatizada como simpatizantes de grupos armados al margen de la ley.

Mujeres sobrevivientes y resistentes
Concerniente en cuanto a la referencia de liderazgo de las víctimas es muy importante destacar el papel de las mujeres sobrevivientes al conflicto en los Montes de María, y en San Agustín no podía ser la excepción. Ellas, sin duda, representan un alto porcentaje de las víctimas y quieren desde sus capacidades reconstruir el tejido social de sus coterráneos.
Muchas de estas mujeres son viudas, cabeza de familia, que luchan día a día por conseguir el sustento para sus hijos.

Hablan las mujeres
“Soy Jefa de hogar”: Sixta Cerpa

“La violencia me toco fuerte, ha sido muy difícil salir de ese trauma"

“La violencia llego a San Agustín por allá en 1988, y de allí para acá, hasta hace poco fue solo violencia, violencia y más violencia y vivíamos muy asustados…”. Esto lo dice la señora Sixta Cerpa, hija de un sanjuanero con una tenerifeña y quien desde muy niña se radico en San Agustín. Sixta es madre de hogar, tiene a su cargo 4 hijos y 2 nietos. “Anteriormente vivíamos muy serenos, íbamos a la parcela tranquilamente, comíamos bien y no andábamos con sobresaltos. Apenas llego la violencia no dormíamos bien, nos tocaba dormir todas las noches en diferentes sitios, en casa de familiares y vecinos porque andábamos muy asustados”.

A Sixta la violencia le destruyo su hogar; su esposo quedo afectado emocionalmente y ahora ella es la cabeza de la familia pues tiene que conseguir para el sustento de sus hijos y su esposo.
“La violencia me toco fuerte, ha sido muy difícil salir de ese trauma y sicológicamente no me siento en condiciones de enfrentarme al mundo, así libremente porque he quedado afectada de eso”. A Sixta, aparte de tener a su esposo enfermo, la violencia también le ha dejado otros malos recuerdos: como el de que una vez los actores armados al margen de la ley intentaron violar a su hija mayor. “Mi esposo esta así porque ya lo tenían encañonado para fusilarlo y yo me enfrente a esa gente, ellos me agredieron y me tiraron al piso; yo me puse de pie y les decía que porque me lo iban a fusilar y ellos me respondían que el asunto no era conmigo. Yo pedí auxilio y al ver esto ellos intentaron violar a mi niña de 14 años. También la violencia se llevo a mi sobrino; esa gente lo recluto obligatoriamente, lo que sé es que él se voló de ese grupo y hasta el momento no sé nada más de mi sobrino”.
Así como Sixta, muchas aprendieron a vivir en medio del silencio. Resistió callada y a veces mostró indiferencia; se ha tragado ese dolor para poder sonreír. Hasta hace poco se ha atrevido a hablar; además de soportar la tragedia, cargar el dolor, le ha tocado hacer las veces de líder, pues ella piensa que la violencia le ha dejado varias enseñanzas.
“La enseñanza que me ha dejado la violencia a mi es que nosotras las mujeres no nos tenemos que dejarnos  maltratar, humillar ni comprar por nadie, sino seguir adelante; hacer un alto y decir: nosotras las mujeres podemos progresar sin menester de que ejerzan violencia contra nosotras”.
Ser líder también es una de sus cualidades. “Soy líder de la comunidad de San Agustín, me gusta apoyar a los ancianos, a los niños; cuando alguien se mete con los ancianos allí estoy yo para defenderlos o cuando alguien quiere maltratar a un niño también lo defiendo, porque no me gusta la violencia; no quiero que venga más nada de violencia de la que ya tuvimos”.
Muchas mujeres piensan que Sixta ha cumplido bien su desempeño como líder y comentan que “la vamos a seguir apoyando, ella es quien nos saca adelante a nosotras”.

Jóvenes mujeres
La consideración de la violencia contra las mujeres como una violación de los derechos humanos ha implicado de manera más directa al Estado. Colombia se encuentra obligada a actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer.
El conflicto armado y sus actores dejaron muchas mujeres víctimas, entre ellas niñas, que hoy recuerdan el conflicto de otra manera, y hoy como jóvenes piensan que se les arrebato su infancia.

Mayerlis Buelvas Álvarez: “Era muy niña cuando llego el conflicto”

Yo anhelo terminar mi bachillerato, ya lo que me faltan son 3 años

Mayerlis es una joven de 20 años nacida en el corregimiento de San Agustín que sufrió el desplazamiento por la violencia desde muy niña.
“Cuando niña viví mucho el conflicto, nos tuvimos que desplazar de aquí porque a mi mamá le dieron ataques de nervios a raíz de la pérdida de uno de mis hermanos menores y ella no lo soporto, tuvimos que sacarla para Cartagena junto con un sobrino que ella estaba criando. Allá nos pusieron a estudiar y demoramos 6 años por fuera del pueblo, mi papá nunca se quiso ir”.
El no saber nada de su hermano le dejo una herida muy grande, son más de 13 años de su desaparición, sin saber si está vivo o muerto. Su mamá está resignada pero el recuerdo que le queda es que su hijo dejo una niña de 6 meses al momento de su desaparición y hoy cuenta con 13 años de edad.
Para Mayerlis “la violencia me dejo una marca muy grande, perder a mi hermano así… todavía guardamos la esperanza de que algún día aparezca, todo eso se lo dejamos a Dios”.
Mayerlis a pesar de su juventud ya ha conformado un hogar y tiene un hijo de 3 años, volvió porque su mamá quería regresar con su esposo pues en San Agustín tenían sus tierras, ganado. “Mi papá no sabe vivir en la ciudad, el está acostumbrado a su pueblo y el aguanto aquí el conflicto, todo eso lo aguanto aquí solo, entonces mi mamá por no dejarlo solo a él nos devolvimos para acá”.
Pero a pesar de todas las vicisitudes por las que ha pasado Mayerlis, tiene ganas de superarse y quiere seguir el ejemplo de otras jóvenes que ya lo han hecho: “Aquí hay muchas muchachas que han salido adelante, muchas que han salido a estudiar a las universidades; pero hay muchas que no, como yo que nos quedamos aquí y somos amas de casa. Yo anhelo terminar mi bachillerato, ya lo que me faltan son 3 años, estoy esperando que abran la nocturna y ya me inscribí para hacer el 9° grado, mi mamá también se inscribió porque quiere terminarlo pues ella también hizo solo hasta 9°”.
Los sueños de Mayerlis es que San Agustín “sea un pueblo prospero para que los niños tengan oportunidades, para que no se queden como muchas personas que por falta de recursos no han tenido como salir adelante; que los jóvenes tengan sus espacios y no caigan en los vicios”.
Así como Mayerlis, muchos jóvenes en los Montes de María vieron como su niñez fue arrebatada por el conflicto armado, pero también como el presente y el futuro les brindan muchas oportunidades para cumplir sus sueños.

Víctimas en la región
El terror generado por la confrontación armada y, particularmente, por las acciones paramilitares, llevó a la región de los Montes de María a convertirse en una de las zonas del país con mayor número de víctimas.
En San Agustín muchas mujeres víctimas del conflicto aún piden justicia para que pueda existir una verdadera construcción de paz y reconciliación, reconstrucción del tejido social, convivencia y generación de confianza social y en algunos casos la exigibilidad de derechos.

“Yo lo que quiero es que me hagan justicia”

"...yo he sobrevivido de mi trabajo"
Ángela María Estrada Ortega es una mujer entrada en los 50 años; “nacida y criada en San Agustín” como ella misma lo dice. Su infancia y adolescencia la vivió al lado de sus padres en un ambiente sano. Se caso joven con José Antonio Tapia, un hombre trabajador y honesto con el cual convivió hasta que llego la violencia de los paramilitares.
“Mi compañero tuvo la mala suerte de caer en manos de los grupos de autodefensas cuando llegaron aquí en el 2004 y todavía hasta la presente no he tenido noticias de él. Mi compañero fue desaparecido y de ese hogar quedaron 5 hijos: me quedo una niña de 6 meses, una de 3 años, otro de 11, una que iba a tener 15 y la mayor que era mayor de edad, tenía 18 años”.
Ángela tuvo que ver con dolor la destrucción de su familia y de su comunidad, pues otros hogares también pasaron por lo mismo, y se vio obligada a ver la muerte de manera violenta sin la libertad de llorar y enterrar a los suyos como es su costumbre. También le toco desplazarse fuera de su pueblo a una ciudad que la recibió con otro tipo de problemas.
“Yo me fui para Barranquilla por 3 meses, allá vi que no podía sobrevivir con los hijos míos porque estaban muy pequeños y tuve otra vez que regresar; aquí me he quedado esperando para ver…”.
Muchos informes sobre violencia contra la mujer han demostrado las graves dificultades  que tienen las mujeres para ver garantizado su derecho a la justicia, y esto lo reafirma Ángela: “Yo lo que quiero para mí es que me hagan justicia, que venga la Fiscalía, me entreguen mi compañero para yo darle santa sepultura porque él también se lo merece, eso es lo que yo pido”.  Y continua diciendo como el Estado a través de sus instituciones no ha podido beneficiarla con todos sus programas para víctimas. “En verdad yo no he recibido ninguna ayuda aquí en el pueblo, yo he sobrevivido de mi trabajo, tengo un negocito de vender cerveza y poner música, de ahí recojo para el sustento de los hijos míos, teníamos una parcela y todo eso se perdió en el monte.”

Reconciliación desde y con las mujeres
En Montes de María encontramos valiosas experiencias de organizaciones de mujeres cuyo objetivo es el de la construcción de paz y reconciliación, exigibilidad de derechos, etc., que utilizan diversas estrategias teniendo en cuenta el contexto local en el cual se desarrollan. Pero aún falta mucho camino por recorrer, el proceso no está consolidado pero hay indicios de organización. Se necesitan argumentos para vencer el miedo; incluso la necesidad de que las mujeres víctimas del conflicto se organicen y denuncien está enfrentada al terror que todavía provocan los actores armados al margen de la ley. Esta es la gran encrucijada.





Héctor Gazabón Sánchez
Red de Comunicadores Populares de los Montes de María
San Juan Nepomucen





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La Red de Mujeres “Narrar para Vivir”: Voces, diálogos y recuperación de la memoria.



Inicios
Las circunstancias del desplazamiento forzado vivido por las comunidades de la región de los Montes de María produjeron una crisis a principios de la década del 2000 debido al agravamiento de la situación de las personas que tuvieron que alojarse en escuelas de las cabeceras municipales por disposición de las autoridades locales.

Al poco tiempo tuvieron que desalojar esas escuelas  y algunas se hospedaron en casas de familiares; pero muchos huyeron a las diferentes capitales de la región Caribe o a otros municipios cercanos, pero otros se quedaron junto a sus familias  sin un lugar donde vivir, generando gran preocupación principalmente entre las mujeres madres de familias, quienes acompañadas por los párrocos, personeros municipales y otras autoridades locales de los diferentes municipios, se reunieron para generar una alternativa organizativa que diera respuesta a los múltiples problemas.
Las mujeres de Montes de María se organizaron 
para salir adelante.

Fue en el municipio de San Juan Nepomuceno (Bolívar) en el año 2002, cuando se dio el desplazamiento de las comunidades del corregimiento de San José del Peñón, donde se dio este primer embrión de lo que más tarde se llamaría “Narrar para Vivir”. En esa oportunidad la Iglesia Católica en cabeza del párroco del municipio, el personero municipal y una socióloga nacida en ese mismo municipio, se dieron a la tarea de dar un primer paso en San Juan Nepomuceno para aportar algo para su propia gente.
Experiencias con población desplazada en otras zonas del país y de instituciones como la Diócesis de Barrancabermeja, entre otras, sirvieron para realizar el ejercicio del Diagnóstico Rural Participativo que arrojó la identificación de muchos problemas sociales que diariamente enfrentaba esta comunidad.

Memorias desde adentro
Desde su creación “Narrar para Vivir” le ha apostado al fortalecimiento de las mujeres víctimas de la violencia por el conflicto armado en la región de los Montes de María y se propuso trabajar a través de distintas formas la manera de superar el miedo, la desconfianza y las experiencias traumáticas de quienes sufrieron de cerca las crueldades de las masacres, así como fortalecer la capacidad para la exigibilidad de los derechos y la participación activa en instancias democráticas de la región.
La palabra, el diálogo y la memoria fue la estrategia para superar 
los duelos de las mujeres.
Este proceso se llevo a cabo con las mujeres por medio de lo que ellas denominaron “reunirse a sacar el taco”, a hacer el duelo, a contar lo que no habían podido contar y a descubrir que su dolor está también presente en otras mujeres como ellas, que cansadas del silencio que perpetua el sufrimiento y la zozobra, se encuentran para hablar de lo que les pasó y darse apoyo. La palabra, el diálogo y la memoria  fue la estrategia que contribuyó a mejorar la salud mental de las mujeres, a fortalecer la red a través del empoderamiento en el tema de las dinámicas de género y las apuestas políticas de la mujer.

Una de las fundadoras (se reserva el nombre) dice que “nuestros antepasados transmitían sus historias a través de la tradición oral. Encontrarse a compartir sus historias es una manera de elaborar un duelo común”.
Eran 120 mujeres en 2005 y hoy alcanzan a sumar 840 en 15 municipios de los Montes de María, un territorio que ha sido disputado a través de la historia por los actores armados por ser punto estratégico entre los departamentos de Bolívar y Sucre.

Saliendo adelante
Narrar para Vivir fortalece las mujeres en 15 
municipios de Montes de  María.
“Narrar para Vivir” hace parte del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de María y la iniciativa pertenece a Redepaz; y ha sido apoyada por el Departamento para la Prosperidad Social (DPS) a través del Grupo Paz, Desarrollo y Estabilización.

La red ha participado en la elaboración de documentos sobre reparación y justicia transicional, tierras y derechos de las víctimas, que fueron presentados ante el Congreso de la República. Formaron parte  del trabajo de reconstrucción de la memoria histórica y se integraron a los comités municipales de atención a población en situación de desplazamiento forzado.
Actualmente la red lidera el tema de la Ley de Victimas y Restitución de Tierras en San Juan Nepomuceno, desde donde trabaja para que las mujeres sean representantes de la sociedad civil para que incidan activamente en la región.


Héctor José Gazabón Sánchez
Red de Comunicadores Populares de los Montes de María
San Juan Nepomuceno

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