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Se siente la soledad en las calles de San Agustín |
Las voces de las mujeres de San Agustín: una historia de violencia que
se escribe en versión femenina.
“Los Montes de María siguen
silenciados por el miedo”; esta fue la primera impresión que me lleve al llegar
a San Agustín, un corregimiento del municipio de San Juan Nepomuceno que dista
de este a una hora y treinta minutos recorriendo un carreteable en medianas
condiciones.
Este pequeño pueblo está ubicado
a orillas del Río Magdalena y como casi todas las poblaciones de los Montes de
María ha padecido toda la serie de cambios sociales, políticos y económicos que
trajo el proceso del conflicto armado en la región.
La población civil de este pueblo
fue víctima de desplazamiento forzado y desapariciones, también fue
estigmatizada como simpatizantes de grupos armados al margen de la ley.
Mujeres sobrevivientes y resistentes
Concerniente en cuanto a la
referencia de liderazgo de las víctimas es muy importante destacar el papel de
las mujeres sobrevivientes al conflicto en los Montes de María, y en San
Agustín no podía ser la excepción. Ellas, sin duda, representan un alto
porcentaje de las víctimas y quieren desde sus capacidades reconstruir el
tejido social de sus coterráneos.
Muchas de estas mujeres son
viudas, cabeza de familia, que luchan día a día por conseguir el sustento para
sus hijos.
“Soy Jefa de hogar”: Sixta Cerpa
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“La violencia me toco fuerte, ha sido muy difícil salir de ese trauma" |
“La violencia llego a San Agustín
por allá en 1988, y de allí para acá, hasta hace poco fue solo violencia,
violencia y más violencia y vivíamos muy asustados…”. Esto lo dice la señora
Sixta Cerpa, hija de un sanjuanero con una tenerifeña y quien desde muy niña se
radico en San Agustín. Sixta es madre de hogar, tiene a su cargo 4 hijos y 2
nietos. “Anteriormente vivíamos muy serenos, íbamos a la parcela
tranquilamente, comíamos bien y no andábamos con sobresaltos. Apenas llego la
violencia no dormíamos bien, nos tocaba dormir todas las noches en diferentes
sitios, en casa de familiares y vecinos porque andábamos muy asustados”.
A Sixta la violencia le destruyo
su hogar; su esposo quedo afectado emocionalmente y ahora ella es la cabeza de
la familia pues tiene que conseguir para el sustento de sus hijos y su esposo.
“La violencia me toco fuerte, ha
sido muy difícil salir de ese trauma y sicológicamente no me siento en condiciones
de enfrentarme al mundo, así libremente porque he quedado afectada de eso”. A
Sixta, aparte de tener a su esposo enfermo, la violencia también le ha dejado
otros malos recuerdos: como el de que una vez los actores armados al margen de
la ley intentaron violar a su hija mayor. “Mi esposo esta así porque ya lo
tenían encañonado para fusilarlo y yo me enfrente a esa gente, ellos me
agredieron y me tiraron al piso; yo me puse de pie y les decía que porque me lo
iban a fusilar y ellos me respondían que el asunto no era conmigo. Yo pedí
auxilio y al ver esto ellos intentaron violar a mi niña de 14 años. También la
violencia se llevo a mi sobrino; esa gente lo recluto obligatoriamente, lo que
sé es que él se voló de ese grupo y hasta el momento no sé nada más de mi
sobrino”.
Así como Sixta, muchas
aprendieron a vivir en medio del silencio. Resistió callada y a veces mostró
indiferencia; se ha tragado ese dolor para poder sonreír. Hasta hace poco se ha
atrevido a hablar; además de soportar la tragedia, cargar el dolor, le ha
tocado hacer las veces de líder, pues ella piensa que la violencia le ha dejado
varias enseñanzas.
“La enseñanza que me ha dejado la
violencia a mi es que nosotras las mujeres no nos tenemos que dejarnos maltratar, humillar ni comprar por nadie,
sino seguir adelante; hacer un alto y decir: nosotras las mujeres podemos
progresar sin menester de que ejerzan violencia contra nosotras”.
Ser líder también es una de sus
cualidades. “Soy líder de la comunidad de San Agustín, me gusta apoyar a los
ancianos, a los niños; cuando alguien se mete con los ancianos allí estoy yo
para defenderlos o cuando alguien quiere maltratar a un niño también lo
defiendo, porque no me gusta la violencia; no quiero que venga más nada de violencia
de la que ya tuvimos”.
Muchas mujeres piensan que Sixta
ha cumplido bien su desempeño como líder y comentan que “la vamos a seguir
apoyando, ella es quien nos saca adelante a nosotras”.
La consideración de la violencia
contra las mujeres como una violación de los derechos humanos ha implicado de
manera más directa al Estado. Colombia se encuentra obligada a actuar con la
debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la
mujer.
El conflicto armado y sus actores
dejaron muchas mujeres víctimas, entre ellas niñas, que hoy recuerdan el
conflicto de otra manera, y hoy como jóvenes piensan que se les arrebato su
infancia.
Mayerlis Buelvas Álvarez: “Era
muy niña cuando llego el conflicto”
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Yo anhelo terminar mi bachillerato, ya lo que me faltan son 3 años |
Mayerlis es una joven de 20 años
nacida en el corregimiento de San Agustín que sufrió el desplazamiento por la
violencia desde muy niña.
“Cuando niña viví mucho el
conflicto, nos tuvimos que desplazar de aquí porque a mi mamá le dieron ataques
de nervios a raíz de la pérdida de uno de mis hermanos menores y ella no lo
soporto, tuvimos que sacarla para Cartagena junto con un sobrino que ella
estaba criando. Allá nos pusieron a estudiar y demoramos 6 años por fuera del
pueblo, mi papá nunca se quiso ir”.
El no saber nada de su hermano le
dejo una herida muy grande, son más de 13 años de su desaparición, sin saber si
está vivo o muerto. Su mamá está resignada pero el recuerdo que le queda es que
su hijo dejo una niña de 6 meses al momento de su desaparición y hoy cuenta con
13 años de edad.
Para Mayerlis “la violencia me
dejo una marca muy grande, perder a mi hermano así… todavía guardamos la
esperanza de que algún día aparezca, todo eso se lo dejamos a Dios”.
Mayerlis a pesar de su juventud
ya ha conformado un hogar y tiene un hijo de 3 años, volvió porque su mamá
quería regresar con su esposo pues en San Agustín tenían sus tierras, ganado.
“Mi papá no sabe vivir en la ciudad, el está acostumbrado a su pueblo y el
aguanto aquí el conflicto, todo eso lo aguanto aquí solo, entonces mi mamá por
no dejarlo solo a él nos devolvimos para acá”.
Pero a pesar de todas las
vicisitudes por las que ha pasado Mayerlis, tiene ganas de superarse y quiere
seguir el ejemplo de otras jóvenes que ya lo han hecho: “Aquí hay muchas
muchachas que han salido adelante, muchas que han salido a estudiar a las
universidades; pero hay muchas que no, como yo que nos quedamos aquí y somos
amas de casa. Yo anhelo terminar mi bachillerato, ya lo que me faltan son 3
años, estoy esperando que abran la nocturna y ya me inscribí para hacer el 9°
grado, mi mamá también se inscribió porque quiere terminarlo pues ella también
hizo solo hasta 9°”.
Los sueños de Mayerlis es que San
Agustín “sea un pueblo prospero para que los niños tengan oportunidades, para
que no se queden como muchas personas que por falta de recursos no han tenido
como salir adelante; que los jóvenes tengan sus espacios y no caigan en los
vicios”.
Así como Mayerlis, muchos jóvenes
en los Montes de María vieron como su niñez fue arrebatada por el conflicto
armado, pero también como el presente y el futuro les brindan muchas
oportunidades para cumplir sus sueños.
El terror generado por la
confrontación armada y, particularmente, por las acciones paramilitares, llevó
a la región de los Montes de María a convertirse en una de las zonas del país
con mayor número de víctimas.
En San Agustín muchas mujeres
víctimas del conflicto aún piden justicia para que pueda existir una verdadera
construcción de paz y reconciliación, reconstrucción del tejido social,
convivencia y generación de confianza social y en algunos casos la exigibilidad
de derechos.
“Yo lo que quiero es que me hagan justicia”
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"...yo he sobrevivido de mi trabajo" |
Ángela María Estrada Ortega es
una mujer entrada en los 50 años; “nacida y criada en San Agustín” como ella
misma lo dice. Su infancia y adolescencia la vivió al lado de sus padres en un
ambiente sano. Se caso joven con José Antonio Tapia, un hombre trabajador y
honesto con el cual convivió hasta que llego la violencia de los paramilitares.
“Mi compañero tuvo la mala suerte
de caer en manos de los grupos de autodefensas cuando llegaron aquí en el 2004
y todavía hasta la presente no he tenido noticias de él. Mi compañero fue
desaparecido y de ese hogar quedaron 5 hijos: me quedo una niña de 6 meses, una
de 3 años, otro de 11, una que iba a tener 15 y la mayor que era mayor de edad,
tenía 18 años”.
Ángela tuvo que ver con dolor la
destrucción de su familia y de su comunidad, pues otros hogares también pasaron
por lo mismo, y se vio obligada a ver la muerte de manera violenta sin la
libertad de llorar y enterrar a los suyos como es su costumbre. También le toco
desplazarse fuera de su pueblo a una ciudad que la recibió con otro tipo de problemas.
“Yo me fui para Barranquilla por
3 meses, allá vi que no podía sobrevivir con los hijos míos porque estaban muy
pequeños y tuve otra vez que regresar; aquí me he quedado esperando para ver…”.
Muchos informes sobre violencia
contra la mujer han demostrado las graves dificultades que tienen las mujeres para ver garantizado
su derecho a la justicia, y esto lo reafirma Ángela: “Yo lo que quiero para mí
es que me hagan justicia, que venga la Fiscalía, me entreguen mi compañero para
yo darle santa sepultura porque él también se lo merece, eso es lo que yo
pido”. Y continua diciendo como el
Estado a través de sus instituciones no ha podido beneficiarla con todos sus
programas para víctimas. “En verdad yo no he recibido ninguna ayuda aquí en el
pueblo, yo he sobrevivido de mi trabajo, tengo un negocito de vender cerveza y
poner música, de ahí recojo para el sustento de los hijos míos, teníamos una
parcela y todo eso se perdió en el monte.”
Reconciliación desde y con las mujeres
En Montes de María encontramos
valiosas experiencias de organizaciones de mujeres cuyo objetivo es el de la construcción
de paz y reconciliación, exigibilidad de derechos, etc., que utilizan diversas
estrategias teniendo en cuenta el contexto local en el cual se desarrollan.
Pero aún falta mucho camino por recorrer, el proceso no está consolidado pero
hay indicios de organización. Se necesitan argumentos para vencer el miedo;
incluso la necesidad de que las mujeres víctimas del conflicto se organicen y
denuncien está enfrentada al terror que todavía provocan los actores armados al
margen de la ley. Esta es la gran encrucijada.
Red de Comunicadores Populares de los Montes de María
San Juan Nepomuceno
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La Red de Mujeres “Narrar para Vivir”:
Voces, diálogos y recuperación de la memoria.
Inicios
Las
circunstancias del desplazamiento forzado vivido por las comunidades de la
región de los Montes de María produjeron una crisis a principios de la década
del 2000 debido al agravamiento de la situación de las personas que tuvieron
que alojarse en escuelas de las cabeceras municipales por disposición de las
autoridades locales.
Al
poco tiempo tuvieron que desalojar esas escuelas y algunas se hospedaron en casas de
familiares; pero muchos huyeron a las diferentes capitales de la región Caribe
o a otros municipios cercanos, pero otros se quedaron junto a sus familias sin un lugar donde vivir, generando gran
preocupación principalmente entre las mujeres madres de familias, quienes
acompañadas por los párrocos, personeros municipales y otras autoridades
locales de los diferentes municipios, se reunieron para generar una alternativa
organizativa que diera respuesta a los múltiples problemas.
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Las mujeres de Montes de María se organizaron
para salir adelante.
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Fue
en el municipio de San Juan Nepomuceno (Bolívar) en el año 2002, cuando se dio
el desplazamiento de las comunidades del corregimiento de San José del Peñón,
donde se dio este primer embrión de lo que más tarde se llamaría “Narrar para
Vivir”. En esa oportunidad la Iglesia Católica en cabeza del párroco del
municipio, el personero municipal y una socióloga nacida en ese mismo
municipio, se dieron a la tarea de dar un primer paso en San Juan Nepomuceno
para aportar algo para su propia gente.
Experiencias
con población desplazada en otras zonas del país y de instituciones como la
Diócesis de Barrancabermeja, entre otras, sirvieron para realizar el ejercicio
del Diagnóstico Rural Participativo que arrojó la identificación de muchos
problemas sociales que diariamente enfrentaba esta comunidad.
Memorias desde adentro
Desde
su creación “Narrar para Vivir” le ha apostado al fortalecimiento de las
mujeres víctimas de la violencia por el conflicto armado en la región de los
Montes de María y se propuso trabajar a través de distintas formas la manera de
superar el miedo, la desconfianza y las experiencias traumáticas de quienes
sufrieron de cerca las crueldades de las masacres, así como fortalecer la
capacidad para la exigibilidad de los derechos y la participación activa en
instancias democráticas de la región.
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La palabra, el diálogo y la memoria fue la estrategia para superar
los duelos de las mujeres.
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Este
proceso se llevo a cabo con las mujeres por medio de lo que ellas denominaron
“reunirse a sacar el taco”, a hacer el duelo, a contar lo que no habían podido
contar y a descubrir que su dolor está también presente en otras mujeres como
ellas, que cansadas del silencio que perpetua el sufrimiento y la zozobra, se
encuentran para hablar de lo que les pasó y darse apoyo. La palabra, el diálogo
y la memoria fue la estrategia que
contribuyó a mejorar la salud mental de las mujeres, a fortalecer la red a
través del empoderamiento en el tema de las dinámicas de género y las apuestas
políticas de la mujer.
Una
de las fundadoras (se reserva el nombre) dice que “nuestros antepasados
transmitían sus historias a través de la tradición oral. Encontrarse a
compartir sus historias es una manera de elaborar un duelo común”.
Eran
120 mujeres en 2005 y hoy alcanzan a sumar 840 en 15 municipios de los Montes
de María, un territorio que ha sido disputado a través de la historia por los
actores armados por ser punto estratégico entre los departamentos de Bolívar y
Sucre.
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Narrar para Vivir fortalece las mujeres en 15
municipios de Montes de María.
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“Narrar
para Vivir” hace parte del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de María y
la iniciativa pertenece a Redepaz; y ha sido apoyada por el Departamento para la
Prosperidad Social (DPS) a través del Grupo Paz, Desarrollo y Estabilización.
La
red ha participado en la elaboración de documentos sobre reparación y justicia
transicional, tierras y derechos de las víctimas, que fueron presentados ante
el Congreso de la República. Formaron parte
del trabajo de reconstrucción de la memoria histórica y se integraron a
los comités municipales de atención a población en situación de desplazamiento
forzado.
Actualmente
la red lidera el tema de la Ley de Victimas y Restitución de Tierras en San
Juan Nepomuceno, desde donde trabaja para que las mujeres sean representantes
de la sociedad civil para que incidan activamente en la región.
Héctor José Gazabón Sánchez
Red de Comunicadores Populares de los Montes de María
San Juan Nepomuceno